sábado, 10 de noviembre de 2007

Nada superfluo en el plan de la Naturaleza

Nada superfluo en el plan de la Naturaleza
Así lo expresaría Leonardo Da Vinci, y así mismo es como es. La belleza de la Obra de Dios consiste en que Él no ha dejado nada a chance ni (desdichadamente) a nuestro entender.

Desde que abandonáramos los árboles en la foresta densa de la selva y, como animales bípedos, nos aventuráramos en la sabana con su expansión ilimitada, donde nuestros enemigos/predadores pudieran agredirnos, lo hicimos porque instintivamente sabíamos que éramos, como animales, tan cerca a lo invencible como sería por siempre posible.

Para nosotros; nuestro peso ligero, la comida escueta que consumíamos, la agilidad física de que gozáramos aun en la vejez, el trabajo corporal que disfrutáramos, la vida social que era nuestro destino, el uso de la fantasía, los placeres de la música, los ejercicios de la semántica, el conjuro de la magia, la adoración de los ídolos o la veneración de un Dios "legítimo" eran actividades controladas; que no podían extirparse o ser separadas de nuestras vidas --- de hacerlo pagaríamos el castigo de la mortalidad y del olvido total.

La semántica, las coincidencias, las simetrías, las premoniciones
Nuestros conocimientos de la Naturaleza son profundos y nos conducen por caminos misteriosos y, a veces, apacibles.

Si, indiscutiblemente, estamos dotados del cerebro de mayor envergadura y de la mayor capacidad procesadora de la Creación. Nuestro pariente lejano el cohombro marino, nace con un cerebro el cual usa por los dos o tres días que les son necesarios para encontrar la colonia dentro de la cual vivirá. Habiéndolo logrado, se come el cerebro, ya que no le servirá para nada más en la vida.


Cohombro marino

Si muchos seres humanos tienen que ser sometidos a cirugías gastroplásticas para eliminar sus gorduras --- por lo que, en exceso comieron. Por su parte, la polilla de la seda, de adulto nada come, porque carece de boca.
Si Dios condenó al hombre al trabajo y a la mujer a tener partos dolorosos --- ¿Por qué lo hizo? y ¿por qué lo decretaría de esa manera?
¿Dónde dirigir nuestros pasos para solucionar nuestros dilemas?
El exegeta
En nuestras creencias, a veces erramos en adoptar la posición ingenua de quien, descontento con el status quo, procura nuevas vistas y nuevos horizontes para seguir el sendero de la sabiduría --- a veces, lo hace guiado por el conocimiento de la especie --- pero lo hace buscando falsos profetas, con resultados tristes al final.

Busquemos nuestros destinos en la fuerza interior que nos conduce a los conocimientos del que verdaderamente sabe --- el centro nervioso de nuestra vida instintivo-emocional.

De esto hablaremos más adelante, sólo con los iniciados.

Bibliografía
Livio, M: The Golden Ratio (2002) Broadway Books NY

Pickover, C. A: Keys to Infinity (1995) John Wiley NY

Stewart, I: Does God Play Dice? (1997) Penguin NY

Penrose, R: Shadows of the Mind (1994) Oxford NY



Dr. Félix E. F. Larocca

f.larocca[arroba]codetel.net.do

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